La alegría
El primer elemento que señala el Papa es la alegría. Francisco que recuerda que “no se puede hablar de Jesús sin alegría, porque la fe es una estupenda historia de amor para compartir”. Además – asegura – “cuando falta la alegría, el Evangelio no pasa, porque este – lo dice la palabra misma – es buena nueva, anuncio de alegría”. Además – agrega – “un cristiano triste puede hablar de cosas muy hermosas, pero todo es vano si el anuncio que transmite no es alegre”.
La liberación
El segundo aspecto primordial para-Francisco es la liberación, recordando que Jesús dice que ha sido enviado «a proclamar la liberación a los cautivos». “Esto significa que quien anuncia a Dios no puede hacer proselitismo, no puede presionar a los otros, sino aligerarlos: no imponer pesos, sino aliviar de ellos; llevar paz, no sentimientos de culpa”. Por ello, para el Papa, “quien testimonia a Cristo muestra la belleza de la meta, más que la fatiga del camino”. En este sentido, pone de ejemplo un hecho cotidiano para entenderlo mejor: “Nos habrá sucedido contarle a alguien sobre un bonito viaje que hemos hecho: habremos hablado de la belleza de los lugares, de lo que hemos visto y vivido, ¡no del tiempo que tardamos en llegar ni de las colas del aeropuerto!”.
La luz
“La luz” es el tercer aspecto que identifica el Papa, asegurando que Jesús dice que ha venido a traer «la vista a los ciegos». “Aquí no se trata solo de la vista física, sino de una luz que hace ver la vida de forma nueva” dice el Papa, y puntualiza: “Si lo pensamos, así empezó para nosotros la vida cristiana: con el Bautismo, que antiguamente se llamaba precisamente “iluminación”. ¿Y qué luz nos dona Jesús? La luz de la filiación: Él es el Hijo amado del Padre, viviente para siempre; con Él también nosotros somos hijos de Dios amados para siempre, a pesar de nuestros errores y defectos. Entonces la vida ya no es un ciego avanzar hacia la nada, no es cuestión de suerte o fortuna, no es algo que depende de la casualidad o de los astros, y tampoco de la salud y de las finanzas. No. La vida depende del amor del Padre, que cuida de nosotros, sus hijos amados”. Y el Papa pregunta: “¿Se te ha ocurrido pensar que la vida de cada uno de nosotros -mi vida, tu vida, nuestra vida - es un acto de amor? ¿Es una invitación al amor? ¡Es maravilloso! Pero tantas veces lo olvidamos, ante las dificultades, ante las malas noticias, incluso ante -y esto es malo- la mundanidad, el modo de vida mundano”.
La sanación
El cuarto aspecto que señala del primer anuncio es la sanación, pues Jesús dice que ha venido “para dar libertad a los oprimidos”. “Oprimido es quien en la vida se siente aplastado por algo que sucede: enfermedades, fatigas, pesos del corazón, sentimientos de culpa, errores, vicios, pecados… Lo que nos oprime, sobre todo, es precisamente ese mal que ninguna medicina o remedio humano puede resanar: el pecado” explica el Papa.
Ante esto, “la buena noticia es que con Jesús este mal antiguo, el pecado, que parece invencible, ya no tiene la última palabra” asegura y recuerda: “Puedo pecar porque soy débil. Cada uno de nosotros puede hacerlo, pero esa no es la última palabra. La última palabra es la mano tendida de Jesús que te levanta del pecado. Y Padre, ¿cuándo ocurre esto? ¿Una vez? No. ¿Dos veces? No. ¿Tres veces? No. Siempre. Siempre que estés enfermo, el Señor tiene la mano tendida. Sólo quiere (sujetarse) y dejarse llevar”.
“Jesús – continúa – nos sana del pecado siempre y gratuitamente”. “¿Y cuánto tengo que pagar por la sanación? Nada” explica. Además, dice, “acompañar a alguien al encuentro con Jesús es llevar al médico del corazón, que levanta la vida. Es decir: “Hermano, hermana, yo no tengo respuesta a muchos de tus problemas, pero Jesús te conoce y te ama, te puede sanar y serenar el corazón””. Por tanto: “Quien lleva pesos necesita una caricia sobre el pasado, necesita perdón y quien cree en Jesús tiene precisamente eso para donar a los otros.” En este contexto, el Papa pide que no olvidemos que “Dios lo olvida todo”. “Dios perdona todo porque olvida nuestros pecados. Sólo quiere que nos acerquemos al Señor y nos perdona todo. Jesús nos espera para perdonarnos, para restaurarnos. ¿Y cuánto? ¿Una vez? ¿Dos veces? No. Siempre. "Pero padre, siempre hago lo mismo..." ¡Y hará lo mismo de siempre! Perdonarte, abrazarte. Por favor, no desconfiemos de esto”.
El asombro
“El anuncio de Jesús debe llevar siempre el asombro de la gracia” señala el Papa como último aspecto. “No somos nosotros los que hacemos grandes cosas, sino que es la gracia del Señor que, también a través de nosotros, realiza cosas imprevisibles”, esto son “las sorpresas de Dios”. Por último, el Pontífice recuerda que no debemos olvidar que la buena nueva está dirigida “a los pobres”: “A menudo nos olvidamos de ellos, sin embargo, son destinatarios mencionados explícitamente por Jesús, porque son los predilectos de Dios. Acordémonos de ellos y recordemos que, para acoger al Señor, cada uno de nosotros debe hacerse “pobre dentro””. Si alguien me dice: “Padre, ¿cuál es el camino más corto para conocer a Jesús? Hazte el necesitado. Hazte necesitado de gracia, necesitado de perdón, necesitado de alegría. Y Él vendrá a ti”.