El Señor está contento cuando nos abrimos a Él
Solo con la apertura al Señor Él puede tomarnos de la mano, acompañarnos y volver a hacer que arda nuestro corazón (cfr. v. 32), observó Francisco.
"También nosotros, como los discípulos de Emaús, estamos llamados a dialogar con Jesús, para que, al atardecer, Él se quede con nosotros (cfr. v. 29)".
Una manera para aprender a mirar las cosas con ojos diversos
El Obispo de Roma propuso un buen modo para dialogar con Jesús: dedicar un tiempo, cada noche, a un breve examen de conciencia. Se trata de releer la jornada con Jesús, abrirle el corazón, llevarle las personas, las decisiones, los miedos, las caídas, las esperanzas, todo lo que sucedió, para aprender gradualmente a mirar las cosas con ojos diversos, con los suyos y no solo con los nuestros.
"Así podremos revivir la experiencia de aquellos dos discípulos. Ante el amor de Cristo, incluso lo que nos parece fatigoso e inútil puede aparecer bajo otra luz: una cruz difícil de abrazar, la elección de perdonar una ofensa, una victoria no alcanzada, el cansancio del trabajo, la sinceridad que cuesta, las pruebas de la vida familiar"...
"Nos aparecerán -prosiguió- bajo una luz nueva, la del Crucificado Resucitado, que sabe transformar cada caída en un paso adelante. Pero para hacer esto es importante quitar las defensas: dejar tiempo y espacio a Jesús, no esconderle nada, llevarle las miserias, dejarse herir por su verdad, permitir que el corazón vibre con el aliento de su Palabra.
Algunas preguntas para la reflexión
El Sucesor de Pedro sugirió que podemos comenzar hoy dedicando esta noche un momento de oración durante el que preguntarnos:
"¿Cómo ha sido mi jornada? ¿Cuáles han sido las alegrías, las tristezas, los fastidios, cómo fue, qué sucedió? ¿Cuáles han sido sus perlas de la jornada, quizá escondidas, por las que dar gracias? ¿Ha habido un poco de amor en lo que he hecho? ¿Y cuáles son las caídas, las tristezas, las dudas y los miedos que he de llevar a Jesús para que me abra vías nuevas, me conforte y me anime?".
Al terminar su mensaje, Bergoglio deseó "que María, Virgen sapiente, nos ayude a reconocer a Jesús que camina con nosotros y a releer -la palabra: releer- ante Él cada día de nuestra vida".